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Respirar...

Julia Bejarano

It was a large room. Full of people. All kinds. And they had all arrived at the same building at more or less the same time. And they were all free. And they were all asking themselves the same question: What is behind that curtain? “Born, never asked” Laurie Anderson

El filósofo y matemático griego Pitágoras dictaba sus enseñanzas detrás de una cortina, de manera que sus discípulos solo escucharan su voz y pudieran concentrarse en el contenido de sus palabras. Acusmática propiamente viene de la palabra griega akousma que se refiere a la percepción auditiva o a algo que ha sido escuchado. En la década de los años cincuenta del siglo XX, el poeta y escritor francés Jérome Peignot, justamente, utilizó la palabra acusmática para hablar de los sonidos en la música cuyos orígenes eran desconocidos por la separación que el medio-parlante generaba entre la causa y la proyección de los mismos. Acusmática entonces se entendió como una forma de escucha y puesta en escena sonora, una actitud de escucha propia de las nuevas músicas que estaban surgiendo como la música concreta que viene del ámbito radiofónico y la electrónica que explora los sonidos de origen sintético las cuales desembocarían en lo que conocemos como música electroacústica y, claro, música acusmática.

Personalmente relaciono la acusmática con el concepto espacio vacío acuñado por el director de teatro inglés Peter Brook el cual se refiere a la capacidad del público de llenar con su imaginación lo que no está en la obra teatral, de igual manera, es aquello que en la obra se decide no dar al público para que este active su imaginación. La acusmática no nos da todo, decide no entregarnos las causas y orígenes, sino que permite y nos motiva a sumergirnos en una experiencia en la que profundamente escuchemos los sonidos como sonidos-objeto, es decir, el sonido como materia en sí mismo. Los parlantes aparecen, así como los describe Peignot, como seres impasibles, como cortinas pitagóricas, como potenciadores de la imaginación, como ampliación de la escucha del individuo, y nos ayuda a escuchar amplia, profunda, infinita y reducidamente.

Cuando escuchamos nuestra voz grabada, sobre todo por primera vez, la experiencia nos produce una extrañeza intensa, nos reconocemos, pero no somos nosotros, reconocemos al otro, al ser vivo, al humano, pero no reconocemos al individuo particular. Esto mismo sucede con los sonidos ordinarios o comunes de la vida. Posiblemente el sonido del viento, las hojas de los árboles o el ladrido de un perro, pero aún más esenciales, el pasar saliva, el latido del corazón, el estornudar, los pasos al andar o el sonido de la respiración. Estos sonidos, por más constantes e involuntarios que sean, los hemos escuchado como mensaje producto de la comunicación, así como los alumnos de Pitágoras escuchaban una palabra y la entendían gracias al consenso social, territorial e histórico del lenguaje.

Es una ilusión pensar que reconocemos el origen exacto de un sonido, lo que sí sucede es que lo vinculamos a nuestra memoria. Uno asume al escuchar y ese saber está contaminado por estereotipos que lamentablemente se han reproducido en las artes a lo largo del tiempo, como por el teatro, las radio novelas y el cine sonoro a través del Foley o efectos de sonido, y también a través del carácter musical relacionando sentimientos como la felicidad, la tristeza y el amor con tonalidades y melodías específicas. Al comprometerse con las causas sonoras podemos confundirnos y escuchar un suspiro cuando en realidad escuchamos, por ejemplo, una lejana máquina extractora.

Cuando podemos medir, nombrar y clasificar un sonido es porque no estamos escuchando, no estamos experimentándolo, y ahí la importancia de la acusmática y su desnaturalización de los sonidos quitando su referencia o como dice el compositor francés Pierre Schaeffer, poniéndolos en paréntesis. En la acusmática no es importante la confusión, la ilusión, el engaño, la representación o si escucho una máquina extractora, un ventilador, un suspiro, un soplo, a un humano, a mi tío o a un animal, sino escuchar el sonido en sí, el sonido-objeto, escuchar las vastas cualidades del sonido.

El solo hecho de grabar una respiración, quizá un soplo o un suspiro, y proyectarlo a través de parlantes para ser escuchado es un paréntesis, una desnaturalización. Igualmente se pueden crear más distancias, más paréntesis entre paréntesis infinitamente, como recortar un segundo de ese soplo y volverlo a proyectar, y así sucesivamente. Estos paréntesis son una campana recortada que es un concepto descrito por Schaeffer en el cual a partir del hecho de la fijación del sonido en un soporte este puede ser recortado, manipulado y aislarlo o separarlo de su entorno original. Utiliza la palabra campana porque el sonido de este objeto es uno de los más complejos espectralmente hablando.

La permanencia del sonido de la respiración o de los sonidos comunes hace que dejemos de escucharlos en nuestra vida diaria. Hemos dejado de escuchar nuestra vitalidad. Aún así, a través de la acusmática como forma de creación artística, podemos generar una escucha amplia, juguetona, morfológica, disociada del aprendizaje hegemónico y las reglas sociales. Un sentir la materia, un escucharse en situación acusmática, una producción de mundo acusmático.

Al activar con más frecuencia esta vitalidad acusmática el mundo sonoro que nos rodea se expandirá al infinito.

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