Objetivo: Este lab online combina teoría y práctica mediante lecturas, debates grupales y dinámicas creativas para materializar ideas de la conciencia colectiva en un objeto físico: "Resonador Colectivo" Este objeto, construido colaborativamente, sintetiza símbolos, sonidos y materiales representativos de la resonancia cultural, funcionando como una expresión tangible de la conexión entre los participantes y su identidad compartida.
Manihot esculenta, yuca, aipim, casabe, casava, guacamota, lumu o mandioca, emerge como un símbolo de persistencia y conexión, como receptora de las frecuencias ocultas de la tierra. Tubérculo esencial en las prácticas cotidianas y los relatos de territorios de América profunda, no solo alimenta cuerpos, sino tambien la interacción intrínseca entre el paisaje, la cultura y el sonido. En su materialidad reside una fuerza vibratoria que trasciende lo tangible y conecta a diversas geografías y temporalidades.
Raíces profundamente arraigadas, no solo absorben nutrientes, sino que se convierten en un canal natural para las frecuencias de la tierra. Cada fibra de su estructura contiene, de manera literal y simbólica, las vibraciones fundamentales que sustentan la vida en el continente. Las llamadas Resonancias Schumann —esas ondas electromagnéticas que circundan la atmósfera— encuentran aquí una suerte de amplificador biológico que las traduce en ritmo, textura y pulsación.
Su sonoridad tiene un carácter universal. Al ser golpeada, rallada o procesada, produce un sonido que no es meramente funcional: es una huella acústica del entorno, un eco de la interacción entre los Andes, el Amazonas, las pampas y los valles. Este carácter sonoro no solo habla de su materialidad, sino también de su capacidad para registrar las historias y geografías que conforman un territorio.
En las prácticas agrícolas, culinarias y rituales, siempre ha sido algo más que un alimento. Es un objeto cargado de significado, un puente entre generaciones, un símbolo de resistencia y adaptación. En el acto cotidiano de sembrar y cosechar yuca, se construyen narrativas colectivas que desafían la fragmentación política y reafirman una raíz común.
La tradición oral en varias comunidades latinoamericanas atribuye a la yuca propiedades casi oraculares. Se dice que su cosecha está sincronizada con los ciclos de la tierra y que sus raíces, al crecer y extenderse, trazan mapas subterráneos que conectan culturas y paisajes. Este carácter unificador la posiciona como un vehículo no solo de subsistencia, sino también de exploración cultural y artística.
En el indagar de la huella sonora en america profunda, adquiere una relevancia inesperada. Su textura, tanto física como sonora, inspira nuevas formas de creación. Como carcasa simbólica de un "instrumento continental", la yuca podría albergar los principios de un arte sonoro profundamente arraigado en la tierra y sus frecuencias.
La experimentación con la yuca como objeto acústico o material simbólico no es una mera idealización: es una invitación a reconectar con los principios básicos de la resonancia y la vibración. En ella se encuentra el potencial para reimaginar la relación entre el arte y el territorio, entre lo tradicional y lo contemporáneo.
Quizá la verdadera riqueza de América Latina no reside solo en su biodiversidad o vastas extensiones, sino en su capacidad de resonar como un todo interconectado. Cada raíz, cada vibración, refuerza la idea de un continente cuyas diferencias son, en realidad, distintas manifestaciones de una misma frecuencia subterránea.
Este manifiesto propone un símbolo tangible en la capacidad de escuchar, conectar y crear. Más que un simple alimento o un recurso agrícola, se presenta como un agente cultural, un nodo de resonancia.