logo title latinamer

Haciendo de la escucha la cotidianidad.

Músicas del siglo XXI que expanden la reflexión colectiva sobre el conflicto armado en Colombia.

Melissa Vargas Franco

“ No son rosas, es la sangre María Mercedes Carranza

Con esta reseña pretendo mostrar algunas de las propuestas creativas que tienen como referencia, describen, se apoyan o son detonadas a partir de la reflexión, ubicada desde la música académica, frente a hechos relacionados con el conflicto armado colombiano. Busco comentar, no en términos maniqueístas, formas de expresión planteada por las y los compositores en estas obras, hacer una amplificación de sus propuestas, e invitarles, a ustedes, a escuchar, conocer y compartir.

Apreciar la música, en muchas ocasiones no se trata del gusto, tiene que ver, más bien, con aquello que interpela nuestra sensibilidad y nos ubica en ese liminal estado del conocimiento desatado en la escucha, en la percepción. Esa comunalidad que apela a cuestionarnos, revisar historias oficialistas estáticas y a sacudirnos el cuerpo de la anestesia violenta que implica la cotidianidad de saberse colombiana/o.

Cuando comencé a preguntarme acerca de las relaciones entre música y política en esta práctica de la música académica contemporánea[1] me encontré con trabajos que, aunque no hacen parte del reconocimiento masivo, removieron el suelo que me sostenía, entre estas personas se encuentran, Coriún Aharonián (Uruguay, 1940-2017), Graciela Paraskevaídis (Argentina, 1940-Uruguay, 2017), Chico Buarque (Brasil, 1944), Cornelius Cardew (Inglaterra, 1936-1981) y Julia Wolfe (E.U.A., 1958), entre otras. Lo más impactante de su trabajo era la ruptura estética que me plantearon en su momento, las partituras y sonoridades que abiertamente enunciaban búsquedas, cuestionamientos y catarsis, rechazando a su vez posiciones complacientes. Invitaban más bien a salir de ese lugar cómodo expresivo que nos es tan atractivo, dislocarse, ponerse a prueba en la creación y como parte de un público.

Hoy, ya entrada la segunda década del siglo XXI, haciéndome las mismas preguntas aterrizadas en lo local, encuentro decenas de propuestas, dentro de la música académica contemporánea colombiana, que nos incitan expandir el grito colectivo.

De las obras y hechos. La cita que abre este texto es tomada del poema Dabeiba[2], de la escritora colombiana María Mercedes Carranza, y es la misma usada en una de las obras que conforman el Ramillete “Venturosa” compuesto por Daniel Leguizamón (1979), como encargo de la soprano Beatriz Elena Martínez, entre 2006 y 2007. Titulada “Canto de las moscas”[3], esta tercera (III) obra del Ramillete, que lleva a su vez el mismo título del libro de Carranza, nos exige escuchar desde la pregunta ¿dónde está el texto? y ¿cómo se puede romper el mismo a través de lo vocal? Leguizamón extrae el material fonético de la cita, lo enreda plásticamente con los timbres, indicaciones de carácter y otras precisiones para delinear un flujo sonoro, despojándonos de cualquier pretensión de comprender significados. El saber en esta obra, se vuelve canto.

Otra aproximación a un texto presente en tanto la ausencia, se puede percibir en la obra “1987” de la compositora colombiana Natalia Valencia (1976). Escrita en 2010, en esta retoma la estética de una obra anterior, “Réquiem”, dejándonos escuchar un poco más de diecisiete minutos de capas armónicas superpuestas y abiertas a manera entramado, sonidos apareciendo y desapareciendo discretamente. En algún momento de este tejido una voz se asoma, como recordándonos la humanidad, habla y enmudece, luego desaparece completamente, el entramado retoma haciendo eco de lo pronunciado y nos lleva al cierre.

Valencia, la cineasta Laura Mora, y la Orquesta Filarmónica de Medellín, hicieron un “Homenaje a las víctimas”[4], particularmente a las y los líderes asesinados en Colombia durante 2020. La obra, “1987” es la música que se suma a las imágenes en las que aparecen personas integrantes del Coro Reconciliación -proyecto que junta, en el canto, excombatientes y víctimas del conflicto armado- nombrando y enunciando, reclamando la vida en silencio.

Esa expansión resonante, con brillos como cristales de sonido, se puede percibir también en la obra, “…tantas voces flotando en el aire frío…”[5] del compositor Luis Fernando Sánchez Gooding (1982) escrita para voz, piano y electrónica en 2008 y dedicada a las sopranos Natalia Merlano y Beatriz Elena Martínez.

La partitura tiene un subtítulo que dice: “…en homenaje a los desaparecidos…” y desde las primeras intervenciones del piano, la música se vuelve plegaria, se convierte en ese duelo que en el fenómeno de la desaparición resulta imposible de concretar. La primera parte es amplia, dejando espacio para que el sonido viaje, presentando un campo de resonancia que poco a poco se vuelve incisivo, marcado y martillado en la segunda parte. La tercera y última sección es un grito colectivo que crece en sonidos, timbres, intensidad, velocidad, toma impulso y en el punto más alto salen a flote nombres por decenas, nombres que viajan recordándonos uno de los textos de la obra: “cuando sepas que he muerto pronuncia mi nombre porque se detendría la muerte”.

Laura Zapata (1991) también nombra, e invita a sumarse como público a la exhortación colectiva que es su obra “Tribulaciones”[6] compuesta en 2018. Pensada para medio fijo, con esto me refiero a que una grabación es reproducida y amplificada, en sus instrucciones para intérprete de electrónica describe que además de encargarse de la parte técnica deberá en algún momento asumir la dirección para dar entrada al performance que introduce al público en la problemática del asesinato de líderes y lideresas sociales en el marco del posconflicto colombiano.

Las personas que fueron a escuchar reciben una hoja de papel con el título: “Y O S O Y E L Q U E S O Y E X Ŏ D U S” que, además, contiene una serie de instrucciones como, leer en voz alta información sobre las víctimas, escuchar y la posibilidad de silenciarse cuando quiera. Aquí se cruzan dos capas sonantes, una con tratamientos electroacústicos y alto contenido de paisaje sonoro que se amalgama con la reflexión en alta voz presente cuando el público interviene, trae de nuevo a la conversación la pregunta por cómo se construye el rito del compartir la música, esta vez atada a las experiencias locales.

Las catarsis también son propuestas estéticas y esa es la intención de Rodolfo Acosta (1970) en “verdaderos negativos”[7], obra que compuso en 2009 expresando en su partitura lo siguiente:

“Su título hace referencia al lamentable fenómeno de los llamados falsos positivos, en especial a su más trágica acepción: el asesinato de civiles por parte de fuerzas militares para demostrar su supuesta efectividad. En el caso colombiano más reciente, estos crímenes se han perpetrado para hacer pasar a las víctimas por guerrilleros muertos en combate (…). Ahora, si bien el término utilizado hace referencia a “presentar falsos resultados positivos” de una gestión militar (y el asesinato de inocentes no es el único tipo de mentira utilizada), no podemos perder de vista que considerar la muerte violenta de una persona como algo “positivo” es grotescamente inhumano.”

Indeterminada en duración e instrumentación, esto significa que puede hacerse con cualquier grupo de instrumentos y ser tan larga o corta como sus intérpretes decidan, “verdaderos negativos” nos deja ver una suerte de libertad que se amplía de manera notable, tanto en lo sonoro como cuando nos enfocamos en la notación que el compositor utiliza para explicarnos las relaciones que se desarrollan en la misma. Es una música intensa, enérgica, y desafiante que se va presentando en múltiples bloques de sonido superpuestos que se chocan, se aíslan, se encuentran, se niegan.

El compositor Federico García de Castro (1978) describe en las notas de programa de su obra “Memoria”[8](2015) que tomó como impulso creativo “las tres últimas cosas que Bernardo Jaramillo Ossa, entonces candidato presidencial por el partido de izquierda colombiano Unión Patriótica, le dijo a su esposa, en sus brazos, herido de muerte tras recibir un disparo en el aeropuerto de Bogotá en 1990.

"Cariño, no puedo sentir mis piernas"; "Esos idiotas me acaban de matar"; "Me estoy muriendo, abrázame, protégeme".

Escrita para el Ensemble Dal Niente (voz, violín, violonchelo, guitarra y percusión), fue estrenada en la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Los materiales sonoros de la obra se desprenden de una punzante entrada de la soprano en una segunda menor cantando “Memoria” e iniciando una serie de asociaciones con el significado de las palabras y la fonética, “me moría”, “me morí”, “mi amor” a las cuáles el compositor también hace referencia. Entrar en la sensibilidad de esta obra nos ubica en ese instante que parece ser un bucle en nuestro país, ese último aliento de quienes saben que podrán ser asesinados por atreverse a expresar su voz con ímpetu.

La batalla que libran las víctimas por la memoria es colectiva y, en espíritu de conmemoración, la Dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia comisionó una obra al compositor Juan Pablo Carreño (1978). Una de las piezas que Carreño ha escrito conmemorando a las víctimas de la violencia es “Lamentaciones, ¡Ay Padre!”(2019)[9], creación que se inspira en alabaos del Chocó y a partir de las Lamentaciones 5 del profeta Jeremías.

La posibilidad de sumarse a una súplica es la experiencia de escucha que nos regala esta obra. Coro y solistas entran y salen en un balanceo de repeticiones, ascensos, descensos, murmuraciones. La conexión con la iglesia católica tiene asidero en quiénes son pronunciados, cada nombre de las personas víctimas de la masacre de la Iglesia Bellavista, ocurrida en Bojayá en el año 2002, pueden escucharse en “Los Madrigales”, segunda sección de la obra. Las lamentaciones comienzan de nuevo, ahora en las voces de Las Cantaoras de Bojayá, localizando la tragedia, narrando como sus cantos se volvieron cantos de dolor y proponiendo también cantos de esperanza: “Tenemos el territorio, tierra de los campesinos, por ella estamos luchando, el futuro de nuestros hijos”, claman sus voces y las nuestras.

El ritual de la escucha es una posibilidad de estar con quienes han sufrido de manera directa actos atroces, sumarnos al duelo y hacernos responsables del país que somos. También es una oportunidad para conocer y reconocer lo sucedido durante décadas en Colombia. Es vital habitar el mundo en colectividad y entrar en la memoria sin fijezas, con el ánimo de comprendernos, esperando que sea un camino más para reconciliarnos y abandonar la suspensión en la que nos encontramos.

[1] ...todo el repertorio creado a partir de la segunda mitad del siglo XX, vinculado a la tradición musical académica (también conocida como clásica, erudita, docta, culta, de arte, o de concierto). Esto incluye música acústica (vocal e instrumental) electroacústica y mixta, géneros como la música experimental, el arte sonoro, la improvisación libre, y su empleo para otros campos artísticos como la danza, el arte audiovisual, el teatro y otros. Definición creada por el Círculo Colombiano de Música Contemporánea CCMC, incluida en sus estatutos. 2010. Recuperado de http://www.ccmc.com.co (consultado en abril de 2020).

[2] María Mercedes Carranza (1945-2003) publicó el poemario titulado “El canto de las moscas (versión de los acontecimientos)” en 1994. Cada uno cantos lleva el nombre de una población del país que fue víctima de una masacre. En esta cita Canto 4 DABEIBA.

[3] Partitura disponible en: Página Web del compositor Daniel Leguizamón. Consultada en marzo de 2021.

[4] Video disponible en: Canal de YouTube Orquesta Filarmónica de Medellín. Consultado en abril de 2021.

[5] Video disponible en: Canal de YouTube del compositor y partitura disponible en: Página Web de Luis Fernando Sánchez Gooding. Consultadas en abril de 2021.

[6] Laura Zapata. “Tribulaciones” 2018. Medio fijo para escucharla en: https://soundcloud.com/laura-zapata-231093157/tribulaciones.

[7] Video disponible en: Canal de YouTube del compositor. Partitura disponible en: Blog de Música Latinoamericana de la clase Sistemas Musicales V. Facultad de Artes ASAB – Universidad Distrital FJC. Consultadas en mayo de 2021.

[8] Video disponible en: Canal de YouTube del compositor. Partitura disponible en: http://www.garciadecastro.net/composer .

[9] Video disponible en: canal de YouTube de la Universidad Nacional de Colombia - UN Televisión. Consultado en abril de 2021.